Nombres por aquí, nombres por allá...



Por María Fernanda Alarcón 

¿Alguna vez se preguntaron de dónde provienen los nombres de los seres vivos, en este caso particular, de las aves? Seguro que más de uno de ustedes, sí. (Y nosotros también).



Bueno… para comenzar habría que diferenciar a los nombres comunes, o vulgares, de los nombres científicos.

Los nombres comunes:

Respecto a los nombres comunes, estos son los que se utilizan vulgarmente para referirse a determinada especie. Generalmente, en estos nombres están implícitos algunos rasgos particulares del “bichito” en cuestión: características físicas, de comportamiento, onomatopéyicas o geográficas. Es esto, precisamente, lo que hace que este tipo nombres adquieran variaciones de lugar a lugar, debido a que no todos los pueblos o regiones utilizan las mismas características para designar a una especie.

Tomemos algunos ejemplos:

El hornero, nuestra ave nacional. En la guía de identificación más utilizada de nuestro país tal es el nombre que adopta ¿Por qué será, no? ¿Tendrá relación con la forma de su nido tal vez? Pero en Corrientes, por ejemplo, se lo llama “alonsito”, en otras partes lo llaman “albañil”.



El benteveo es otro caso claro. Si bien este es su nombre común más aceptado, también lo llaman, según lugares, “bichofeo”, “bienteveo”, “pitogüé”, “pitojuan”, entre otros. ¿Tendrán que ver estos nombres con las “voces” que repite?



Pero “benteveo” llaman también a otra especie en sectores de la provincia de San Juan, al conocido en nuestra región, y en la guía de identificación, como “pepitero de collar”; al mismo que en algunas regiones del norte y del centro llaman “pica hueso”.

Y así… la lista podría continuar y se van a cansar de leernos… Lo cierto es que, como verán, una especie puede recibir más de un nombre vulgar y esto, por supuesto, puede dar lugar a confusiones.

Los nombres científicos:

Por otra parte, todas las especies de organismos conocidos poseen un nombre único basado en un sistema binomial propuesto por Linneus en el S. XVIII. Esto es el nombre ciéntifico, el cual, sin entrar en muchos más detalles, se compone de dos palabras latinas o latinizadas (a veces también de proveniencia griega), que dicho de otro modo sería el “apellido y nombre” de la especie.

La primera de ellas designa el género, esta palabra puede ser compartida por todas las especies del mismo género (esto sería pues el “apellido”); la segunda palabra diferencia a la especie y suele ser un adjetivo que evoca alguna de sus características o propiedades distintivas (esto sería entonces equivalente al “nombre”). Algunas de ellas pueden hacer referencia al color (albus: blanco; viridis: verde, etc.), al origen (africanus, ibericus, etc), al hábitat (campestris, domésticus, etc), a su carácter o aspecto (gigantea, major, spinosus, etc.). Aunque también puede ocurrir que los descubridores de una especie decidan su nombre atendiendo a cualquier otro criterio y lo utilicen para homenajear a una persona, por ejemplo. (“gallardoi”  - de Podiceps gallardoi, nombre científico del macá tobiano- es un caso, y es el epíteto específico colocado en honor al apellido Gallardo - Ángel Gallardo y su nieto José María Gallardo, entonces Director del Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia"-).

Los nombres científicos nos dan un indicio sobre las relaciones de parentesco entre los diferentes seres vivos, cuando éste es cercano. Por otra parte, son internacionales, mientras que los nombres comunes varían como hemos visto, incluso dentro de un mismo país. Dijimos, además, que son únicos. Principalmente, de acuerdo a estas dos últimas razones, contribuirían a evitar las confusiones.

¿Y si hablamos de los nombres de algunas de las aves candidatas?

Comencemos por el loro hablador. Tal es el nombre común de esta ave que habita la provincia, el que proviene de su habilidad para imitar sonidos y palabras humanas. El nombre único de la especie, o nombre científico, es Amazona aestiva que, traducido, significaría “loro tropical, americano, característico de áreas calurosas”; ya que “Amazona” deriva de un nombre francés, "Amazone", dado por De Buffon (1770-1783) a varios loros tropicales americanos que venían de la selva Amazónica; y aestiva sería una palabra proveniente del Latín “aestivus” que quiere decir veraniego o de “aestus” que significa “calor”.

Si nos preguntamos por el origen del nombre del guaicurú, encontraremos relación con el grupo de nativos que habitaba la región del Gran Chaco y de la que formaban parte los mocovíes, tobas, entre otros. Este grupo daba gran importancia a las aves, e inclusive teñían la creencia de ser descendientes de ellas. Pero “la rapaz más chaqueña”, además de este nombre común, recibe otras denominaciones vulgares que surgen, principalmente, del fuerte sonido que emite, parecido a una risa. Es por esto que en algunos lugares lo llaman “halcón reidor”, “halcón risueño” o “huaco”. Sin embargo, el nombre único del guaicurú, que evita confusiones, es “Herpetotheres cachinnas”. Este nombre proviene de “herpeto” (herpeton) que significa reptil,  “theres”  (theras) que significa cazador y “cachinnans” (cachinnus) que significa risa fuerte. Entonces su nombre científico se traduciría como “cazador de reptiles de risa fuerte”.

Refiriéndonos finalmente a la charata para ejemplificar los casos de nombres comunes y científicos y sus significados, podemos decir que el nombre común de esta ave provendría de la palabra quechua “charchay”, con la que designaban en esta cultura a los niños bullangueros o gritones. Y es que esta ave también está presente en el Noroeste Argentino, lugar de la cultura quechua. Es decir que, como en caso anterior, el nombre del ave está dado por el particular sonido que emite, frecuentemente en grupo. Su nombre científico, en cambio, centra el interés en otros rasgos. “Ortallis canicollis” deriva de la palabra griega “ortalis” que significa gallina y de las palabras en latín  “canus” que significa gris, canosa y “collis” que quiere decir cuello. Por lo cual el nombre científico de la charata significaría gallina de cuello gris o canoso, en alusión a su parecido a una gallina y al color del plumaje de su cuello.

El origen de estos nombres vulgares es un tema que da pié para pensar, e incluso teorizar. Algunos de ellos tendrán raíces en las culturas nativas, otros estarán dados en lengua castellana, pero lo cierto es que la mayoría de ellos derivan de alguna, o algunas, características de la especie a la cual refieren, ya sea física o de comportamiento. Como observamos, los nombres comunes de una especie pueden ser numerosos y variados, y es allí cuando acuden al rescate los nombres científicos, sí, esos nombres difíciles, para salvarnos de las confusiones.

Fuentes:

- Freiberg, M. A.  1940. Nombres vulgares de algunas aves de Entre Ríos. En Revista El Hornero. Revista de Ornitología Neotropical. Vol. VII. Número 3. Disponible en: http://digital.bl.fcen.uba.ar/Download/008_ElHornero/008_ElHornero_v007_n03_articulo397.pdf
- Narosky, T. y Yzurieta, D. 2010. Aves de Argentina y Uruguay. Guía de identificación. Vazquez Mazzini Editores. Buenos Aires. Argentina.
- Narosky, T y Vega, M. 2009. Aves Argentinas. Un vuelo por el mundo silvestre. Editorial Albatros. Buenos Aires. Argentina.
- Ottalagano, Flavia V. 2007. “Algunas referencias en torno al simbolismo de las aves en los registros etnohistóricos y etnográficos de guaycurués y matacos-mataguayos. Disponible en: https://www.academia.edu/1506571/ALGUNAS_REFERENCIAS_EN_TORNO_AL_SIMBOLISMO_DE_LAS_AVES_EN_LOS_REGISTROS_ETNOHISTÓRICOS_Y_ETNOGRÁFICOS_DE_GUAYCURUES_Y_MATACO-MATAGUAYOS?auto=download
- Reserva Ecológica Costanera Sur. Diccionario de nombres científicos. Etimología de los términos utilizados en la formación de los nombres de las aves. Disponible en: http://www.reservacostanera.com.ar/literatura/diccionario-de-nombres-cientificos
- Canción “El Hornero” de Adrian Maggi.


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