viernes, 10 de febrero de 2017

Cumplimos 2 años

En Resistencia, hace dos años, el 10 de febrero de 2015, un grupo de amantes de la naturaleza fundó el COA Guaicurú - Resistencia.
Un COA es un Club de Observadores de Aves independientes, voluntarios, sin fines de lucro, con espíritu democrático y participativo, interesados en la difusión de la observación de aves en la vida silvestre, en la educación ambiental y en la gestión conservacionista a nivel local. Somos parte de una Red Nacional de Clubes de Observadores de Aves coordinada por Aves Argentinas /A.O.P, institución científica y educativa de 100 años de trayectoria y con un prestigio que ha trascendido al exterior del país.
Hoy queremos mostrarles algo de lo logrado en este afán de combinar pasión con vocación y sensibilidad por la vida en todas sus formas. 
Y esperamos que muchos más se unan a nuestra misión, que es la de bregar por la conservación de la naturaleza toda.



jueves, 2 de febrero de 2017

LA CIUDAD EN EL HUMEDAL

Resistencia, 2 de febrero de 2017

Clara Riveros Sosa

El 2 de febrero ha sido instituido como la fecha fundacional de la ciudad de Resistencia y como tal se la celebra cada año.

Es cierto que en el paraje, ya conocido como San Fernando, existían asentamientos aborígenes y que, desde bastante tiempo antes de aquel día de hace ciento treinta y nueve años, algunos empresarios, por mayoría correntinos, habían cruzado el río para establecer obrajes en la margen chaqueña, atraídos por la gran riqueza forestal que encontraban de este lado del Paraná. Contaban para el trabajo con una población criolla a la que se sumaban algunos italianos afincados con antelación a sus connacionales que desembarcaron después. Pero aquel 2 de febrero de 1878 llegó el primer contingente importante de inmigrantes italianos, de Udine, y con su arribo consolidaron la fundación de la colonia Resistencia, promovida -como otras en diferentes lugares del país y en la misma época- por la ley Avellaneda.
Fue así que aquello que se pensó en su inicio como una colonia agrícola acabó de a poco convirtiéndose en un pueblo y luego en ciudad pujante. La ventaja que representaba para los agricultores encontrarse instalados junto a una abundante disponibilidad de agua dulce presente en ríos importantes, riachos y lagunas, dio paso a la edificación urbana que fue creciendo arbitrariamente, interviniendo de muchos modos el gran humedal, afectándolo, contaminándolo, desecándolo y rellenándolo en buena parte de su importante extensión, a la vez que se deforestaban (y se deforestan) tanto las riberas como el interior del territorio, a la par que se extingue su fauna. De esta manera se desorganizó toda la complejidad del ecosistema, mientras que los habitantes se mantuvieron completamente ajenos al desastre que causaban y siguen causando, ciegos y sordos a todas las implicaciones que arrastra semejante estado de cosas. Como hoy ya no vivimos tiempos de ignorancia ecológica, a la persistencia de esa conducta antiambiental que va en perjuicio de la propia población no le cabe disculpa, sólo la explican, pero jamás la justificarán, la arrogancia, el afán de lucro, la codicia inmobiliaria y la corrupción que han convertido a Resistencia en una ciudad cada vez más vulnerable a los desastres… cada vez menos “naturales”.
Un dicho bastante conocido expresa que “Dios perdona siempre, el hombre a veces, la naturaleza nunca”. Hace un par de años hasta el Papa se lo recordó al entonces presidente de Francia, François Hollande.
De haberse mantenido aquí los bajos anegadizos, buena parte de las inundaciones hubiese quedado retenida en ellos, amortiguando su impacto sobre la zona urbana. Si contáramos aun con la densa arboleda original y hasta con isletas de bosque, convertidas en parques citadinos y convenientemente alternadas con la trama edificada, sumadas a la presencia en ella de cursos y espejos de agua que acogerían los excesos pluviales, ese conjunto brindaría un alivio bajo los calores agobiantes, amén de proveernos de atractivos lugares de solaz que bajarían unos cuantos grados el famoso efecto de isla de calor que las ciudades generan.
Curiosamente, ésta que podríamos llamar la “fecha de nacimiento de Resistencia” coincide, desde hace cuarenta y seis años, con el Día Internacional de los Humedales, determinado así porque, justamente el 2 de febrero de 1971 se firmó el Convenio sobre los Humedales en la ciudad balnearia de Ramsar, sobre el mar Caspio, en Irán. En la Argentina ese convenio tiene vigencia desde 1992. Creado en un principio para dar protección a las aves migratorias, alcanzó dimensiones mucho mayores al advertirse, además, la importancia decisiva que los humedales juegan en el sostén de todas las formas de vida, lo cual, obviamente, abarca a los humanos. Al contener al más vital de los elementos, el agua, los humedales estabilizan el clima, dan de beber, alimentan, riegan, proporcionan higiene, recreo, vías de comunicación, sostienen fauna y flora propias, propician la agricultura, la ganadería, la pesca, el turismo y un sinfín de actividades al solo precio de conservarlos en su integridad y buena salud, sin estorbar sus flujos, libres de contaminación y haciendo un uso apropiado y cuidadoso de sus beneficios. Los humedales funcionan en compleja interacción con el ambiente en su conjunto y su influencia, notoria y otras veces invisible, alcanza a sitios increíblemente distantes.
Aquí, en Resistencia, estamos asentados en medio de los Humedales Chaco, un humedal Ramsar, esto es en uno que ha sido reconocido por esta organización internacional que tiene su sede en Gland, Suiza, y que lleva un registro de los humedales que fueron aceptados en su lista porque cumplen con los requisitos fijados y que, de ahí en adelante, deberán atenerse a las normas pautadas. Este tesoro que nos sostiene, pero que dilapidamos sin escrúpulos, es sólo un tramo del mayor humedal del mundo: anchas franjas ribereñas y de islas que se extienden desde el corazón de Sudamérica a lo largo de los trayectos de los ríos Paraná y Paraguay hasta el Río de la Plata.


De pie sobre el humedal, a los chaqueños, y - en este caso- particularmente a los resistencianos, y a todos los habitantes de la zona ribereña, nos cabe la gran responsabilidad de reconocer, entender y asumir la realidad de nuestro ambiente e intentar vivir en acuerdo con él, no en su contra. Y también la responsabilidad de que esta celebración doble sea eso exactamente: una ocasión para festejar algo que esté muy vivo y que nos brinde calidad de vida y felicidad, no la conmemoración nostálgica de lo que perdimos en el pasado para nuestro progresivo deterioro.

Afiche provisto por la Convención de Humedales Ramsar


Un antiguo proverbio chino dice que “en la naturaleza no existen premios ni castigos, sólo
consecuencias”